We use, we bake and we eat cookies. By browsing our site you agree to our use of cookies. Okay! Learn more

¿Podemos ayudarle?
LA FIJACIÓN DE PRECIOS PARA SERVICIOS. enero 05, 2017

LA FIJACIÓN DE PRECIOS PARA SERVICIOS.

Es el caso más sencillo que se presenta. El cálculo de los precios de servicios suele ser más sencillo en pequeñas empresas (a las que va dirigido este artículo), ya que lo habitual es que la estructura de las mismas sea muy pequeña.

Es muy frecuente que un autónomo o una microempresa se vean obligados a enfrentarse al cálculo de un precio. De un lado los autónomos son los que prestan el servicio normalmente por sus propios medios (como suele ocurrir con abogados, ingenieros, etc.), lo que simplifica el cálculo al no existir prácticamente gastos de estructura. Y de otro lado las microempresas (considerando aquellas en las que son muy pocos los trabajadores y en las que la administración de la empresa es, o bien inexistente o bien es gestionada por los mismos profesionales que prestan el servicio).

¿Cómo suelen actuar los autónomos y microempresas? Lo habitual es que los precios de sus productos sean fijados en relación a la competencia o por experiencias previas, sin realizar cálculos de costes en los que incurren, ni considerar el nivel de beneficios necesario o deseable.

Es necesario advertir que los servicios son intangibles, por lo que están sometidos a consideraciones “subjetivas” tanto por parte del cliente que los consume como por parte del profesional que los presta, lo que viene a “distorsionar” claramente su precio. No ocurre así con la venta de productos fabricados o los comercializados.

¿Cómo lo hacen las grandes empresas que prestan servicios? Este caso sería el de grandes consultoras o grandes despachos de profesionales. La fijación de precios es realizada en función de los cálculos de costes de estructura, así como de la estimación de costes de prestación del propio servicio, acercándose totalmente a la consideración de costes de producción.

¿Cómo debería de hacerlo un autónomo o una microempresa? Siempre y en cualquier caso como lo hacen las grandes consultoras, es decir, calculando los costes directos e indirectos en los que se incurre.

¿Y qué costes son estos? Ya lo avanzamos en artículos anteriores por lo que vamos a centrarnos en cómo determinar los costos directos (de producción) y los indirectos. En definitiva, la construcción de un precio resulta de la suma de los costes directos, los indirectos y el beneficio.

La siguiente cuestión a resolver es ¿Cómo calculo los costes? Sencillo, procedamos de la siguiente forma

  • Los costes directos son aquellos en los que se incurre en la prestación de un servicio. Es muy sencillo el cálculo de los mismos por cuanto que al depender de la actividad del servicio, normalmente son conocidos. En el caso de un servicio, normalmente viene condicionado por el consumo en tiempo (horas hombre) y el de material empleado. En un capítulo posterior se realizará un ejemplo.
  • Los costes indirectos son más complejos de calcular ya que, a priori, se parte de una cuantía total, y ha de repartirse de acuerdo a la actividad que se desarrolle, por lo que se depende de los coeficientes de reparto.
  • El beneficio es un margen que se suma a los dos anteriores.

En la historia, se observa con demasiada frecuencia que hay que actuar sobre los precios, así por ejemplo, durante lo segunda mitad del siglo III el Imperio Romano sufrió una grave crisis (crisis imperial) alimentada por las guerras civiles, las luchas por el poder, la presión de los bárbaros, la peste y una profunda depresión económica agravada por los caprichos monetarios (acuñando moneda propia) de los codiciosos emperadores. En 301, para poner un poco de orden, Diocleciano decide promulgar el Edicto de Precios Máximos para estabilizar la moneda y atemperar la grave crisis económica. El cumplimiento del edicto era obligatorio en todo el Imperio y, además, fijar precios superiores estaba penado con la muerte.

En el próximo artículo se analizará la estructura de costes, de forma gráfica.

José Antonio Caballero

Sed felices.